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Al principio queríamos hacer algo sencillo, pero que conmoviera. En una merienda en el estudio, propusimos algunas ideas interesantes que fuimos anotando al dorso de un cubre manteles de papel.
Al día siguiente repasando lo que habíamos escrito en el improvisado block de notas, reparé de pronto, en lo mucho que añoraba el ir al campo con mi padre a recoger musgo y ramitas, para nuestro Belén casero, y recordé el amor que le poníamos mi hermano y yo a cada detalle.
Mi padre iluminaba con bombillitas las chozas y el pesebre, ante nuestros ojos pasmados. Después cuando todo estaba en su sitio perfecto, fotografiábamos nuestra obra, al tiempo que mi madre nos miraba a todos con los ojos orgullosos, como de quien admira a los 3 ingenieros de las pirámides. (Ya lo tenía).
Así que comenté la idea, la perfilamos un poco y nos pusimos en marcha. Íbamos a crear un Belén diferente, un pequeño mundo artesano con adornos navideños y con un entorno completamente novedoso.
Los personajes serían PapaNoeles jinetes, osos en trineo y duendecillos domadores de estrellas. Pero esta vez, sería el entorno el verdadero desafío, ya que nos habíamos propuesto que estuviera completamente formado por materiales textiles.
El cielo sería de gasas y luces, las montañas sedas y lienzos, y las cascadas de pañuelos y bufandas.
Preparamos la maqueta en la mañana de un sábado. Fue muy laborioso pero antes de comer ya teníamos el escenario prácticamente montado. Hicimos varias fotos de prueba y rigor para comprobar luces, texturas y demás. Estaba perfecto, pero algo no nos convencía: Para la montaña principal habíamos elegido un material demasiado rígido y sobrio, y éste rompía la calidez del conjunto.
Pero esa misma noche encontramos la solución, y la colcha de mi dormitorio de 2 x 2 metros, resultó ideal para solucionar el entuerto. Ya podíamos disparar los flases.
Al día siguiente repasando lo que habíamos escrito en el improvisado block de notas, reparé de pronto, en lo mucho que añoraba el ir al campo con mi padre a recoger musgo y ramitas, para nuestro Belén casero, y recordé el amor que le poníamos mi hermano y yo a cada detalle.
Mi padre iluminaba con bombillitas las chozas y el pesebre, ante nuestros ojos pasmados. Después cuando todo estaba en su sitio perfecto, fotografiábamos nuestra obra, al tiempo que mi madre nos miraba a todos con los ojos orgullosos, como de quien admira a los 3 ingenieros de las pirámides. (Ya lo tenía).
Así que comenté la idea, la perfilamos un poco y nos pusimos en marcha. Íbamos a crear un Belén diferente, un pequeño mundo artesano con adornos navideños y con un entorno completamente novedoso.
Los personajes serían PapaNoeles jinetes, osos en trineo y duendecillos domadores de estrellas. Pero esta vez, sería el entorno el verdadero desafío, ya que nos habíamos propuesto que estuviera completamente formado por materiales textiles.
El cielo sería de gasas y luces, las montañas sedas y lienzos, y las cascadas de pañuelos y bufandas.
Preparamos la maqueta en la mañana de un sábado. Fue muy laborioso pero antes de comer ya teníamos el escenario prácticamente montado. Hicimos varias fotos de prueba y rigor para comprobar luces, texturas y demás. Estaba perfecto, pero algo no nos convencía: Para la montaña principal habíamos elegido un material demasiado rígido y sobrio, y éste rompía la calidez del conjunto.
Pero esa misma noche encontramos la solución, y la colcha de mi dormitorio de 2 x 2 metros, resultó ideal para solucionar el entuerto. Ya podíamos disparar los flases.
1 comentario:
Es sorprendente el mágico mundo que habéis creado con esos pocos materiales que comentas. Nos ha encantado y muchos de nosotros la tenemos de fondo de escritorio. Seguid así, hacéis un gran trabajo y con la creatividad y el alma que llena vuestras fotos sé que seguiremos trabajando juntos mucho tiempo.
Feliz año a todo el equipo!
Nacho,
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